Las mujeres que usamos drogas sufrimos violencia machista 25 veces más que el resto. Muchas de nosotras nos encontramos en los márgenes de la sociedad por múltiples situaciones de vulnerabilidad como no tener hogar, estar en situación administrativa irregular o tener diagnósticos de salud mental y seguimos enfrentándonos a día de hoy a las opresiones de este sistema patriarcal, racista, colonialista y LGTBIfóbico.
Como si no hubiesen pasado casi 100 años, nuestras condiciones son todavía demasiado similares a las que vivieron las mujeres encerradas por el ‘Patronato de Protección a la Mujer’, institución franquista que dependía del Ministerio de Justicia y que dispuso, desde el 1941 hasta el 1984, de centros de represión regentados por órdenes religiosas. Allí metieron a la fuerza a chicas de 16 a 25 años que tenían conductas consideradas ‘inmorales’ como besarse en público o caminar agarradas de otras mujeres, fumar, vestir de determinada forma, haber sido violadas, etc.
Así, el ‘Patronato de Protección a la Mujer’, lejos de proteger a las mujeres, fue el lugar a donde iban a parar las descarriadas, las que se atrevían a desafiar el statuo quo, las mujeres libres. Podríamos haber sido nosotras y, de hecho... lo somos. Porque puede que las instituciones hayan cambiado de nombre, pero siguen siendo regentadas por los mismos poderes y teniendo el mismo objetivo: el control sobre nuestros cuerpos a través de la represión, la violencia y la prohibición.
Por todo esto, Metzineres hemos salido a las calles un año más en el Día Internacional para la Eliminación de las Violencias Machistas. Porque consideramos que sigue siendo absolutamente necesario denunciar la discriminación, la estigmatización y la criminalización que sufrimos, así como hacer memoria histórica con perspectiva feminista para exigir, entre otras cosas, la reparación de las instituciones que hicieron posible la existencia y los crímenes cometidos por el Patronato.
Este 2023 hemos salido, además, con las caras totalmente al descubierto, sin máscaras ni antifaces. Porque queremos que se nos vea. Porque ya no queremos escondernos más. Porque ya bastante tenemos con el hecho que Estados y gobiernos nos excluyan de los servicios de acogida y protección, así como de los recursos sanitarios, sociales, jurídicos, laborales y de vivienda; que los medios de comunicación nos invisibilicen y deshumanicen tras las cifras y los titulares; y que gran parte de la sociedad nos trate como delincuentes, malas mujerxs, malas hijas y malas madres.
Si algo tenemos claro es que no seremos nunca más anónimas: somos muchas, tenemos nombres y vivimos realidades diversas que debemos sacar a la luz. Por eso, el 24N y el 25N cogimos las antorchas y nuestras pancartas luminosas y nos dejamos ver. También nos hicimos oír, gritando una vez más que somos feministas antiprohibicionistas. Porque a lo largo de la historia se nos han prohibido (y se nos siguen prohibiendo) muchas cosas: estudiar, gestionar nuestro dinero, bailar, besarnos en público, fumar, beber o usar otras drogas, abortar… y hemos comprobado que, lejos de educar y disciplinar, la prohibición únicamente lleva a la clandestinidad, a la desinformación y a la violencia.
Tras muchos años de trabajo, ahora estamos organizadas y podemos luchar juntas, como lo hicimos también el sábado 25 de noviembre, Día Internacional para la Eliminación de las Violencias Machistas. Después de leer en la puerta de nuestro local el manifiesto (link) que hemos publicado recientemente en el marco de la campaña #EVAWUD2023, salimos hacia Paseo de Gracia con Diagonal.
Bailando entre plumas, llegamos a una marcha multitudinaria e intergeneracional. Nuestra presencia, la de aquellas que generalmente no tenemos la oportunidad de ocupar ciertos espacios porque estamos ocupadas sobreviviendo, sirvió para poner de nuevo sobre la mesa algunas de nuestras reivindicaciones: nuestra participación en la creación, desarrollo y seguimiento de las políticas que condicionan nuestras vidas; la garantía de acceso a sistemas de protección y denuncia de violencias machistas, así como a la salud sexual y reproductiva; el fin del prohibicionismo y de la criminalización; y la expansión de la ‘reducción de daños de espectro completo’, una perspectiva que aboga por deconstruir las falsas creencias sobre el consumo de sustancias y poner el foco en las condiciones de exclusión y marginación que no permiten el bienestar de quienes han sido vulnerabilizadas.
Ambas jornadas estuvieron marcadas, además, por las proclamas de las compañeras palestinas. Entre otros, el colectivo ‘Queers in Palestine’ hizo un llamamiento a los grupos feministas interseccionales para que nos solidaricemos y nos comprometamos con su resistencia, así como con las luchas decoloniales de todo el mundo. También hubo otras compañeras hablando de maternidades y crianzas libres, denunciando las retiradas de custodia y pidiendo la abolición de la ley de extranjería, exigencia a la cual nos unimos también como Metzineres.
Podemos decir, al fin y al cabo, que hemos puesto el corazón y el alma una vez más para seguir reclamando el que nos pertenece. Pero, sobre todo, que hemos continuado (y continuaremos) celebrando que estamos vivas, juntas y fuertes, y que ya nadie nos podrá parar.